Discurso de Armando Santacoloma Villegas realizado el pasado viernes 15 de agosto de 2008 en el Auditorio Jorge Roa Martínez, en agradecimiento por el Título Honoris Causa en Ingeniería Mecatrónica que le fue otorgado en el marco de la XV Convención Nacional de Egresados.
Hoy el ángel vuelve a acompañarme, decir gracias es poco para el sentimiento que me embarga, tengo los más grandes y especiales recuerdos de estas aulas cuando, como decía Luis Enrique, eran tierras lejanas que hacían que llegáramos a estudiar en el bus de la misma universidad.
Recuerdo mi época de estudiante, de deportista y de pichón de empresario. En esta Universidad recibí los conocimientos y aprendí que el trabajo hay que hacerlo con calidad y entusiasmo, todas estas enseñanzas fueron impartidas por los Doctores Jorge Roa Martínez, Guillermo Ángel Ramírez y Pablo Oliveros Marmolejo, directivas en mis tiempos de universitario.
De mi profesores aprendí que de la nada se puede hacer mucho, lo que algunos consideran un milagro yo lo considero una obligación.
Hoy los jóvenes aprenden mucho de tecnologías avanzadas que yo admiro y hasta envidio, pero ser recursivo, líder y emprendedor debe venir de adentro, eso no lo enseña nadie, solo la vida y la experiencia lo dan. Creer en los proyectos, en los números, en la cultura organizacional, en la gente, es la plataforma para crecer.
En esta larga lucha no todo ha sido color de rosa, nos hemos quebrado muchas veces pero siempre hemos tenido la fe para volver a empezar. Sentirse vencido a la menor dificultad es muy fácil y sencillo, luchar contra las adversidades es grande.
Escuchar al trabajador que tiene un problema, al proveedor, al cliente y hasta al banquero que cobra es un don que se desarrolla, las oficinas de puertas cerradas tienen que desaparecer, la oficina del jefe tiene que ser de puertas abiertas. De todos se aprende mucho. Cuántos problemas de una máquina los puede solucionar el engrasador y no el ingeniero, muchos, porque el operario ama su máquina, es su fuente de ingresos, está enamorado de ella, él escucha su continuo cantar y nadie como él para informar qué está sucediendo, pero los profesionales somos en ocasiones engreídos y creemos que los otros, por no haber pasado por la aulas universitarias, saben menos que nosotros, cuán equivocados estamos, ellos conocen el alma de los equipos y lo que es más importante, los aman.
Hoy como un respeto a todos los que han trabajado conmigo y como un homenaje a ellos recibo este título, no es mío solo, es de todos y cada uno de ellos.
A mis padres que desde niño me enseñaron a luchar, a no rendirme y trabajar con pasión, con emoción, a sentirme orgulloso de mi origen, de mis conocimientos y a reconocer que todos los días hay algo más para aprender de todos. A ellos Dios los tenga en su gloria.
Ahora con los años recuerdo sus enseñanzas y trato de hacerlas llegar de la mejor manera a mis hijos Luis Bernardo, Mauricio y Felipe y a mis nietos Mateo, Jacobo, María Camila, Nicolás, Estefanía y Mariana; a mis hijastros Mario Andrés y Juan Ignacio y a todas mis nueras. A mis hermanos menores y sobrinos que han seguido los pasos y que de una u otra manera están transmitiendo día a día nuestro mensaje de emprendimiento. En general a toda mi familia que a través de mi constante cantaleta me oye decir que el futuro es lo único que se puede administrar y modificar porque el pasado ya se terminó y es inamovible.
Me he equivocado, me he vuelto a levantar, he vuelto a empezar y cada día y a mis años quiero aprender algo nuevo, algo diferente algo de los demás, poco o mucho pero aprender cada día.
Ojalá todos los momentos de la vida se disfruten, las horas de trabajo, de descanso, de educación y de esparcimiento. Tenemos que ser completos y vivir a plenitud, para que cuando el Dios de todos los hombres nos llame para estar en su compañía podamos decirles plenamente CUMPLÍ.
Tan intensamente hay que vivir que hoy agradezco a Martha María que me ha acompañado en los últimos quince años de aventuras, de trabajo, de desarrollo, en los que además de abogada ha sido algo de sicóloga, de industrial, de ingeniera y de conciliadora y lo que es más importante ha excusado mis errores y me ha amado profundamente.
A todos, a mi familia en especial a mis hijos y a mis hermanos Raúl y Bernardo, a mis amigos, a nuestro equipo de trabajo a través de los tiempos Dios le ha de pagar su solidaridad, su comprensión, su paciencia con este cascarrabias que ha tratado siempre de hacer lo mejor para todos, así me haya equivocado.
También mil gracias a Luis Enrique Rector de la Universidad que inmerecidamente reconoció el trabajo realizado en tantos años y a la Asociación de Egresados, en especial a mis amigos del Capítulo de Bogotá Jesús Antonio Londoño, Hernando Ortiz, Victor Manuel Aguirre y Marco Aurelio Giraldo que con su entusiasmo de generación apoyaron esta causa.
Un abrazo para cada uno y MIL GRACIAS.
Pereira, Agosto 15 de 2008.